EL GRAN DESTRUCTOR

07.07.2014 11:45


La mente crea situaciones inexistentes, enfermedades, conflictos, crisis emocionales, problemas de pareja, fantasías que no son la realidad, problemas, desavenencias, depresiones, escasez, odios, separaciones, divisiones y muchas cosas más, que sólo están en la mente del que las piensa. La mente forma y deforma los hechos. Hay que penetrar más allá de toda fascinación, encanto, entretenimiento, sonido y visión externa que no lleve hacia dentro de nuestro “Ser Interior”. Así como la mente construye, también destruye. Hay que cuidarse de esto.La mente se contamina con las creencias turbias y conflictivas de la fascinación social, religiosa, familiar, política y de orientación sexual; se enreda y sufre sin necesidad. Cuidémonos de no ser atraídos por nada ni nadie externo que afecte los sentidos. La mente sólo puede entender, percibir la verdad, cuando está quieta, en silencio, sólo observa y está en “Gracia Escuchante”.
Destruyamos al destructor. La mente siempre interfiere con sus creencias haciendo ruido con sus conceptos, ideas, ilusiones, cristalizaciones, que entretienen en cosas efímeras que impiden ver, escuchar, percibir la “Voz Interior”, los Susurros, las Indicaciones del Maestro, el Preceptor, el que te ha aconsejado toda tu vida, el “Ser Superior”. Santa Teresa llamaba a la mente “La loca de la casa”, porque piensa en un momento una cosa, después cambia a otra, se le ocurren mentiras y nada es en serio.
Hay que armonizarse, centrarse y aclararse en los lineamientos que se estudian en libros como éstos sobre las Iniciaciones, para ver las cosas como deben ser, sin apego a lo externo, a lo que distrae, porque si no, la mente comienza a maquinar una cantidad de argumentos y cosas inarmoniosas que terminan sacando al estudiante de la “Vivencia Espiritual”.
El arduo trabajo consiste en observar todos los pensamientos con claridad de mente, sin opiniones; luego, desterrar los pensamientos negativos, negándolos, diciéndoles: “Les quito poder”. Así alcanzar fijeza de mente en nuestro “Ser Íntimo”; el “Santuario Propio”, que es nuestro interior y que debe estar vacío de todo deseo, de acción, de asuntos que no conduzcan a la manifestación de lo Real e Imperecedero. Es no escuchar más el sonido o luz fascinadora de lo externo. Todo pensamiento terreno, ha de caer muerto ante la puerta del Santuario.

“Libro de los Preceptos de Oro”